LA CRÍTICA TEXTUAL: SU CONCEPTO ACTUAL EN ESPAÑACarlos Sánchez Lozano y Davide Mombelli . I. Breve perfil histórico de la Crítica textualEl conocido filólogo Alberto Vàrvaro comparó en su ensayo de carácter divulgativo, Prima lezione di filologia[1], las definiciones de “Filología” que se recogen en los principales diccionarios de la lengua italiana, francesa e inglesa. En este ensayo observamos que los repertorios franceses e ingleses recogen el sentido general del término: “estudio de la lengua y literatura”. Concretamente, philology, en inglés, y a partir del siglo XVIII, se usa sobre todo para referirse a la Glotología o a la Lingüística histórica. En cambio, en lengua italiana, encontramos en el Grande dizionario della lingua italiana de Salvatore Battaglia, una definición notablemente más precisa: “disciplina que, mediante la crítica textual, se propone reconstruir e interpretar correctamente textos o documentos literarios”. De este modo, el término italiano filologia muestra una acotación semántica coincidente con lo que en la actualidad se conoce como Crítica textual o Ecdótica, disciplina cuya finalidad es la restitutio textus, es decir, la reconstrucción de la integridad y autenticidad del texto en obras antiguas y modernas. Menos frecuente resulta el uso de Crítica menor o Baja crítica y el de Textología. La reconstrucción del texto presupone la interpretación del mismo con el fin de alcanzar su comprensión (hermenéutica). Se ha discutido mucho a lo largo del siglo XX, sobre si la Crítica textual debe considerarse una disciplina ancilar (así la califica Benedetto Croce) del estudio de la lengua y literatura, en cuanto metodología específica y singular de la ciencia literaria, o si constituye una disciplina autónoma (es conocida la frase de Gianfranco Contini según la cual la Filología culmina en la Crítica textual). De considerarse ciencia auxiliar, la Crítica textual compartiría su rango con disciplinas como la Codicología, la Paleografía, o la Bibliografía textual. Sea como fuere, la fijación del texto y el acercamiento a la “última voluntad del autor” es una operación imprescindible para el estudio y la comprensión del mismo. Y La relevancia histórico-cultural, científica o estética de la obra resulta el factor principal que autoriza una edición crítica del texto. La Crítica textual nace, pues, en el seno de la Filología clásica y la Escriturística. Con el desarrollo de la metodología ecdótica y el establecimiento de las literaturas vulgares, el campo de la Crítica textual se expande a diversos ámbitos filológicos nucleares: Filología románica, Germanística, Eslavística, o Filología inglesa. La historia de la Crítica textual y de la Filología discurren paralelamente. Los sofistas y las indagaciones lingüísticas de Aristóteles centraron el problema del lenguaje, sin embargo, la Filología floreció propiamente como ciencia en el siglo III a.C., en plena época helenista, y gracias a la fundación del Museo de Alejandría y de su aneja biblioteca. Entre la primera generación de autores de la escuela filológica alejandrina destacaron: Filetas, Zenódoto y Calímaco (paradigma éste del poeta-filólogo), empero, fue con Aristófanes de Bizancio cuando la labor filológica alejandrina alcanzó su mayor altura, Aristófanes inició la conocida polémica entre analogistas y anomalistas, éstos representados en su origen por Crisipo de Solos. El estudio y la edición de textos centraron la actividad de muchos de los más destacados filólogos alejandrinos. En palabras de Pfeiffer: “los grandes alejandrinos estaban unidos no por la doctrina, sino por el amor común hacia las letras, y cada uno de ellos constituía una individualidad independiente. Sólo encontraremos un único paralelo en el Renacimiento italiano de los ss. XIV y XV: la cadena viviente de maestros y discípulos, libremente asociados a través de cinco generaciones, de Petrarca a Poliziano, cuyo amor y esfuerzo comunes levantaron la filología, de peligrosa decadencia, a nueva vida y dignidad”[2]. Un reflejo de la variedad de los estudios lingüísticos griegos lo hallamos en la definición que Dionisio Tracio, discípulo de Aristarco, proporciona de “Gramática” (que valía entonces por su sentido general de estudio de la lengua en todos sus aspectos, análogo pues al término Filología). Tanto la crítica (también textual) como la exégesis de los textos centrada en sus imágenes poéticas y en las palabras y las cosas son prerrogativas de la Techne Grammatiké. Si Roma recibe la herencia filológica griega, desarrollada y aplicada a la particularidad latina por Marco Terencio Varrón, entre otros. Durante la Edad Media “no se da una filología verdadera y propiamente dicha, por cuanto ni se descubren obras antiguas ni la investigación filológica de los textos aumenta ni se nutre de problemas nuevos. Es, con todo, importante el hecho de que se conservan los textos antiguos y se les reconoce su valor, aunque se choca de continuo con la dificultad de si la cultura clásica es útil o dañosa para la conciencia cristiana”[3]. Figuras sobresalientes son San Jerónimo, autor de una trascendental traducción latina (vulgata) de la Biblia, y San Agustín, quien sostenía que la confrontación de los diversos traductores e intérpretes tiene bastante utilidad para declarar el pensamiento exacto de la Biblia. Fundamentales son asimismo los estudios filológicos de Casiodoro, Isidoro de Sevilla y San Benito, así como el llamado Renacimiento carolingio representado por la Escuela Palatina y la labor de Alcuino. Siglos después, en la corte de Alfonso X y en la de Federico II, se da un impulso notable al estudio de la tradición clásica. La “Escuela de traductores de Toledo” y la labor de Isidoro constituyen la aportación más destacada en el ámbito hispano al desarrollo de la Filología y de la recuperación y edición de textos antiguos en la Edad Media. Del mismo modo que el Humanismo de raíz petrarquista y el Renacimiento italiano promovieron el resurgimiento de la Filología clásica, el movimiento de la devotio moderna impulsó, en ámbito germánico, el estudio filológico de la Biblia. Una gran tradición que desembocaría dos siglos después en lo que se conoce como el Neohumanismo alemán, siendo Winckelmann su principal iniciador. Friedrich August Wolf define la “Altertumswissenschaft” como el estudio de los clásicos que abarca todos los aspectos del mundo antiguo, incluida la religión[4]. Durante el siglo XVII y principios del XVIII, tanto en Francia (Jean Mabillon, Bernard de Montfaucon, los Maurinos) como en Italia (Ludovico Antonio Muratori) se acomete la compilación de grandes reportorios de documentos medievales y se instituyen nuevas disciplinas auxiliares como la Diplomática y la Paleografía. En esa época, la figura de Richard Bentley significa un hito en la evolución de la Filología clásica en el ámbito anglosajón. Sin embargo, no será hasta el siglo XIX, en el marco del antecitado Neohumanismo alemán, cuando la Crítica textual logre su institución como ciencia, gracias a la teoría y a la práctica ecdótica de Karl Lachmann[5]. Su riguroso método filológico que culmina en la constitutio textus, tras las operaciones de recensio y emendatio, sería luego duramente criticado por Joseph Bédier, quien denunció la inevitable estructura binaria de todo stemma codicum (árbol genealógico de los códices). En lugar de la construcción de un texto mediante la divinatio, el filólogo francés propuso el retorno a un único manuscrito (“bon manuscrit”), del que habría que depurar sólo los errores evidentes. En Francia se creó en 1821 la École Nationale des Chartes, en la que se formaron muchos de los más destacados bibliotecarios, filólogos y archiveros del siglo. En el siglo XX, la ecdótica experimentó un desarrollo sobre todo en el campo de la Filología moderna y en el ámbito italiano. El planteamiento metodológico expuesto por Giorgio Pasquali en su Storia della tradizione e critica del testo (1934), que tuvo una notable difusión internacional, hace hincapié en la tradición del texto, desplazando pues la atención del autor al copista. Decisivo fue también el magisterio de Michele Barbi, La nuova filologia e l’edizione dei nostri scrittori da Dante a Manzoni, (1938) y de la generación más joven de filólogos, cuya figura más importante fue Gianfranco Contini, quien difundió asimismo el método de la nueva Filología de las variantes, o Filología de autor (entre sus seguidores más relevantes, recordemos a Alfredo Stussi y Dante Isella), y que ocasionó la dura crítica de Benedetto Croce, contrario a una concepción puramente ecdótica del trabajo filológico[6]. De la Escuela italiana llamada “Nuova filologia” mencionamos a Arturo Roncaglia, D’Arco Avalle Silvio, Cesare Segre, Alberto Vàrvaro, Gianfranco Folena, y Vittore Branca. Las aportaciones teóricas y metodológicas de la escuela continana son, entre otras, el concepto de diffrazione, que se refiere a la proliferación de banalizaciones en los testimonios de un texto (como correspondencia de una lectio difficilior en el antígrafo, en las copias derivadas se encuentran lectiones faciliores originadas por los copistas), o el de diasistema, acuñado por Cesare Segre desde una perspectiva ya abiertamente estructuralista. Según este concepto, el texto de una obra producido por un copista es resultado de una intersección entre el sistema lingüístico e ideológico del autor y el del propio copista (también se habla de “texto en el tiempo”). La interpretación estrictamente estructuralista del trabajo ecdótico coincidió con su progresiva crisis a partir de los años 80. Las causas son múltiples, pero se podrían resumir, siguiendo a Francesco Bausi, en nueve: (1) distanciamiento de la filología de la historia; (2) predominio de las técnicas editoriales; (3) divorcio entre ecdótica e interpretación; (4) identificación del método filológico científico con el método stemmatico y reconstructivo; (5) proliferación de ediciones de autores menores; (6) tecnificación de la ecdótica, con el riesgo de llegar a una filología sin lectores; (7) conservadurismo paleográfico; (8) larga difusión de abstractas discusiones metodológicas; (9) amplia fortuna de una concepción formalista del hecho literario[7]. Todo ello habría llevado la Crítica textual, sobre todo en Italia, a una creciente monumentalización y autorreferencialidad. En el ámbito anglosajón hay que destacar la corriente conocida como “Bibliografía textual”, que es la Crítica textual del texto impreso, plasmación disciplinar surgida a raíz de los estudios de la tradición textual shakesperiana. Conceptos clave de este planteamiento ecdótico son el de copy-text o texto-base (W.W. Greg, Fredson Bowers, Philip Gaskell), y la distinción entre elementos sustanciales (diferencias que afectan al sentido) y accidentales (errores marginales, irrelevantes) del texto. En Francia, la obra de Henri Quentin tuvo una notable influencia en el posterior desarrollo de la Filología (a Quentin debemos el neologismo de raíz griega “ecdótica”, ecdotique). Para un panorama sobre la tradición filológica francesa, véase el artículo de Fédéric Duval, “La tradition philologique française et le lexique ecdotique” (Medioevo Romanzo, vol. XLI, n. 1, 2017, pp. 6-38). Duval es también autor de un reciente diccionario de Ecdótica: Les mots de l’édition de textes, École nationale des chartes, 2015. En el siglo XXI se ha establecido una nueva rama de la Crítica y edición de textos en el marco epistemológico de las Humanidades Digitales[8]. Los pioneros de la aplicación de las nuevas tecnologías informáticas a la Ecdótica son Joseph Carl Robnett Licklider y Douglas Engelbart, quienes en los años 60 del siglo XX comenzaron a estudiar las posibilidades de procesar los datos mecánicamente para facilitar la operación de recensio. Jean-Paul Benzécri, una década después, explora la eficacia del analyse des correspondances mediante el uso de algoritmos matemáticos. En los últimos años se han fundado varias revistas cuya misión es el estudio de la aplicación de la tecnología a la edición y conservación de textos, como la Digital Philology. A Journal of Medieval Cultures (2012). Los procesadores de texto y los instrumentos de indexación han permitido también la realización de muchos corpora y de listados de concordancias, y se han revelado como una herramienta bastante eficaz en la atribución de la autoría de los textos anónimos. No olvidemos que el nuevo medio de edición digital ha influido en cierta Crítica textual, debido sobre todo a la posibilidad de ofrecer al lector la totalidad de las variantes y testimonios de un texto, en su versión tanto facsimilar como digitalizada[9]. Por otra parte, cabe recordar que en las últimas décadas de la pasada centuria se ha ido difundiendo, gracias sobre todo a la influencia de los Estudios culturales de ámbito americano, una nueva concepción de la Filología (New Philology), cargada de elementos a menudo folklóricos o ideológicos (edición crítica como acto burgués y autoritario, influencia de las sugestiones deconstruccionistas derridarianas[10]). Sin embargo, según Paolo Cherchi[11] estas nuevas tendencias son una señal de alarma que no debe ser subestimada, porque podría ser sintomática de algo que no funciona, de un malestar o cansancio que se experimenta también en Europa: síntoma, en definitiva, de un cientificismo a veces inmovilizador. Pese a ello, en Italia ha sido escasa o casi inexistente, la efectiva recepción de estas nuevas instancias, en boga particularmente en ámbitos con una menor o débil tradición filológica.
II. La Crítica textual en EspañaConstituye ya un tópico académico la mención del hecho de que en España no ha prosperado la Ecdótica en la misma proporción que la observada en otros ámbitos lingüísticos europeos, como el alemán o el italiano. José Manuel Lucía Megías[12] sostiene que esta “historia de un vacío” se debe fundamentalmente a dos causas: la distancia científica que separa nuestro siglo XIX del europeo y el absoluto dominio de la metodología de la Escuela de Filología Española, encabezada por su fundador, Ramón Menéndez Pidal. En cuanto a la primera causa, ya Américo Castro, uno de los pocos teóricos españoles de Crítica textual, en su ensayo “La crítica filológica de los textos”, escribía en 1924 dice: “Nuestro siglo XIX representa relativamente un grave retroceso del siglo anterior en cuanto se refiere a la ciencia histórica y, por tanto, respecto de la publicación de los textos […]. Ello se debe a nuestro atraso, reflejado esta vez en la vida científica, casi nula, de nuestras Facultades de Filosofía y Letras; el llamado ‘siglo de la historia’ no les debe gran cosa; la Escuela de Diplomática, triste caricatura de la ‘École des Chartes’, no representa casi nada en la historia de la filología española”[13]. En lo relativo a la segunda causa, Blanca Periñán afirma que: “il concetto di tradizionalismo portò nel pensiero storiografico di Castro a concetti quali di ‘vivencia’ e ‘morada vital’, peculiari dell’uomo ispanico; generò i concetti di vita latente e ‘testo che vive in varianti’, che vennero estesi al testo letterario e visti come peculiarità della letteratura nazionale, impedendo molto probabilmente lo sviluppo della critica testuale e la nascita di una ecdotica spagnola rigorosa e moderna”[14]. Ahora bien, la contribución de España a la historia de la Crítica textual, aunque no haya sido determinante en el último siglo, ha sido relevante en el caso de algunas figuras o iniciativas editoriales y culturales que pueden constituirse en tradición filológica. Durante la Edad Media, como ya hemos destacado, son trascendentales la labor filológica y lingüística de San Isidoro de Sevilla, y en la baja Edad Media el entorno de Alfonso X y la Escuela de traductores de Toledo. Del mismo modo, durante los siglos XVI y XVII es apreciable un florecimiento de los estudios literarios. La Filología clásica[15] tuvo un notable desarrollo gracias a las ediciones y comentarios de las más importantes personalidades intelectuales de la época: Luis Vives, Fernando Pérez de Guzmán, Arias Barbosa, Fray Luis de León, y Francisco Sánchez de las Brozas. Este último, por su edición de las obras de Garcilaso realizadas siguiendo el modelo humanístico de los escolios y anotaciones, podría considerarse el iniciador de la Filología española moderna. Más que edición crítica del texto original, prevalece en estos autores la práctica de la vulgarización, es decir, de la versión castellana de las principales obras grecolatinas. Ambrosio de Morales, Jerónimo Zurita y Antonio Agustín inician los estudios eruditos que culminarían luego en el siglo XVIII. Se fundan nuevas disciplinas auxiliares de la Historia como la Numismática, la Epigrafía, y la Bibliografía, sobre todo en el ámbito jurídico e histórico. En los primeros años del siglo XVI, bajo la égida del Cardenal Cisneros, se acomete la edición de la Biblia Políglota en la recién fundada Universidad de Alcalá. De los códices griegos se ocuparon: Demetrio Lucas, Juan de Vergara, Hernán Núñez, Diego López de Zúñiga y en parte Antonio de Nebrija, autor de la primera gramática castellana. En el siglo XVII la Bibliografía tiene su figura más importante en Nicolás Antonio, autor de una Bibliotheca hispana nova (1672) y Vetus (1696), cuya reedición en el siglo XVIII por el círculo de la Biblioteca Real de Madrid significaría el renacimiento de los estudios bibliográficos e históricos en España, tal y como comentaremos a continuación. Por otra parte, Manuel Martí contribuyó a la edición y estudio de varios autores clásicos. Además, denunció en su obra epistolográfica el atraso de las Letras y las Ciencias en España, un legado crítico que recogería en el siglo XVIII su discípulo Gregorio Mayans, editor de sus obras y de muchos de los autores ‘clásicos’ del siglo XVI español, cuya labor sería continuada en la segunda mitad de la centuria por: Francisco Cerdá y Rico, Juan José López de Sedano, Antonio de Capmany y Tomás Antonio Sánchez, iniciador de la medievalística moderna. En el siglo XVIII tienen gran relevancia los trabajos de archivística y bibliografía de: Miguel de Casiri, José Rodríguez de Castro, Tomás de Iriarte y Francisco Pérez Bayer, entre otros. Pérez Bayer ocuparía a partir de 1783 el cargo de Bibliotecario mayor de la Biblioteca Real, sucediendo a Juan de Santander. Personalidades ligadas a la Biblioteca Real son asimismo: Juan Antonio Pellicer, Rafael Casalbón y Tomás Antonio Sánchez. Recordemos también a Enrique Flórez, epigrafista, numismático y paleógrafo, autor de una decisiva Historia de la Iglesia española. Del grupo de los jesuitas expulsos a Italia, destacan las figuras del lexicógrafo y filólogo Esteban Terreros y Pando, al que debemos una Paleografía española, (1758), el lingüista Lorenzo Hervás, autor de un Catálogo de las lenguas conocidas, y Juan Andrés. Este último autor, además de editar poemas latinos y griegos del siglo XVI y escribir sobre cuestiones de numismática y epigrafía, en su obra magna Origen, progresos y estado actual de toda la literatura, presenta una sistematización del campo disciplinar de la Gramática, sobre la base de la división hecha por Quintiliano, quien distinguía una Gramática metódica (carácter prescriptivo), histórica (exegético) y crítica (enmienda de los textos). Andrés distingue entre Retórica, Poética y Gramática técnica, la cual se divide a su vez en Gramatística, Etimología, Gramática filosófica y Exegética. Andrés considera la Crítica una disciplina perteneciente a la Exegética y concibe su labor a modo de censura ejercida sobre la autenticidad y el mérito de las obras literarias. La Crítica sería, pues, para Andrés la disciplina encargada de la edición última de un texto. De la generación sucesiva de humanistas, ya entrado el siglo XIX, y en el ámbito de la Filología clásica, mencionamos a figuras como Antonio Ranz Romanillos, Patricio de Azcárate Corral, Lázaro Bardón, Bergnes de la Casa, Raimundo González Andrés o Antonio González Garbín, maestro de Ángel Ganivet. La tratadística de Manuel Milá y Fontanals y de su discípulo predilecto, y Marcelino Menéndez Pelayo. Todos impulsaron los estudios de Filología española medieval y moderna. Sin embargo, la obra de Pelayo, excepcional e imponente para la Historia de las ideas y la Crítica literaria, no supuso un adelantamiento para la naciente disciplina de la Crítica textual, que tras los ensayos de Lachmann, se estaba expandiendo por toda Europa. Manuel Rivadeneyra y su hijo Adolfo Rivadeneyra estuvieron al cuidado de la “Biblioteca de Autores Españoles desde la formación del lenguaje hasta nuestros días” (B.A.E., 1846-1880), colección literaria de setentaiún volúmenes de clásicos castellanos que significó el primer intento de edición filológica y accesible al gran público de los clásicos de la literatura castellana. En el siglo XX, en lo relativo a la Filología clásica, se han ido instituyendo varias “escuelas”, como la de Salamanca, encabezada por Antonio Tovar y cuyos continuadores más destacados son: Manuel Díaz y Díaz, Martín Ruipérez, Agustín García Calvo, y Lisardo Rubio; la de Madrid, con: Manuel Fernández-Galiano, José Alemany, Pabón y Vallejo y Luis Gil; o la barcelonesa: Mariano Bassols, Dolç, y Mariné (en Barcelona, a partir de los años 20 del pasado siglo, comenzó su actividad la Fundación Bernat Metge, en cuya órbita gravitaban figuras como Cambó o Estelrich). En cuanto a la Filología española[16] y desde una perspectiva más estrictamente ecdótica, durante la primera mitad del siglo XX ejerció su gran influencia la antecitada Escuela de Filología española, cuyo maestro fue don Ramón Menéndez Pidal, quien instituyó también el Centro de Estudios Históricos. De ese cenáculo surgieron varios filólogos relevantes como: Américo Castro, Tomás Navarro Tomás, o Antonio Solalinde. No ha quedado ningún texto teórico de esta “escuela”, pero sí muchos ejemplos de ediciones de autores de la Edad Media española y del Siglo de Oro, recogidos en la Colección Clásicos Castellanos de la editorial La lectura[17]. Hay que recordar asimismo la fundación de la Revista de Filología Española, dirigida por Pidal y órgano del Centro de Estudios Históricos. En sus prerrogativas metodológicas, la escuela pidaliana parece alinearse más con lo que luego serían las directrices de la Filología italiana de Pasquali, más atenta a la tradición textual como fenómeno de cultura. Sin embargo, en los años 60 todavía faltaba un manual de Crítica textual destinado al uso de los estudiantes de Filología: era lo que le reprochaba Oreste Macrí a Dámaso Alonso. Habría que esperar el Manual de crítica textual de Alberto Blecua, publicado en 1983. Sucesivamente se editaron otros manuales, que ilustraremos en los apartados siguientes: Alberto Bernabé, Manual de Crítica textual y edición de textos griegos, Madrid, Ediciones Clásicas, 1992 (2ª ed. ampliada: Madrid, Akal, 2010); Miguel Ángel Pérez Priego, La edición de textos, Madrid, Síntes, 1997 (2ª ed. ampliada: 2011); Germán Orduna, Fundamentos de Crítica textual, ed. de L. Funes y J.M. Lucía Megías, Madrid, Arco/Libros, 2005[18].
III. La definición de Crítica textual y sus conceptos básicos en los manuales españolesAlberto Blecua (Manual de crítica textual, Madrid, Castalia, 1983) inaugura en nuestro país la serie de manuales dedicados a esta disciplina, que al decir de Germán Orduna, “despertó un interés por un mayor rigor en la preparación del texto crítico siendo así que en la década de los 90 ha arraigado en España la metodología ecdótica de orientación neolachmanniana”[19]. La razón o razones por las cuales nuestro país se mantuvo al margen de la discusión filológica moderna en torno a la edición crítica, es otro problema que ahora no viene al caso entrar en él. No obstante, José Manuel Lucía Megías, en el antecitado artículo publicado en 1998 en la Revista de poética medieval[20] en el que también aborda el análisis de otros manuales dedicados a la misma materia, sugiere dos causas: la distancia científica que separa nuestro siglo XIX del europeo, y el peso de la autoridad de la Escuela de Filología Española encabezada por don Ramón Menéndez Pidal. Ahora bien, si analizamos los índices de los manuales propuestos encontraremos que Blecua dispone su manual desde una perspectiva teórico-práctica y siguiendo un formato que podríamos considerar tradicional. Divide así la materia en diferentes apartados. Los primeros dos tratan del método de la crítica textual: en el primero ilustra la operación ecdótica de la recensio y el en segundo la constitutio textus. En la segunda parte se expone la transmisión del texto en la historia: (1) textos medievales, (2) siglos XVI-XVII, (3) siglos XVIII-XX. Dado su carácter didáctico, el manual se completa con una colección de láminas, seguido de una bibliografía y diversos índices. Alberto Bernabé (Manual de crítica textual y edición de textos griegos, Madrid, Ediciones clásicas, 1992) dispone su manual en orden inverso respecto del anterior. Ordena la materia en siete capítulos más tres apéndices, tratando primero la transmisión del texto y después la reunión y evaluación de los materiales (recensio) y su fijación (constitutio textus). A estos contenidos le suma un capítulo dedicado a la Ecdótica de carácter más práctico que teórico, y otro dedicado a la edición de fragmentos y otras ediciones especiales, trabajos frecuentes en la edición de textos griegos. Germán Orduna (Ecdótica. Problemática de la edición de textos, Kassel, Edition Reichenberger, 2000), se centra en la problemática de la Crítica textual, como ya queda apuntado en el título de su manual. No desglosa en capítulos separados la transmisión y la crítica, sino que los trata conjuntamente, ocupándose en un segundo momento de los problemas de la Crítica textual en el siglo XX y de las nuevas perspectivas metodológicas. Su manual se completa con tres capítulos: el primero de ellos lo dedica a la codicología, otro a la edición de textos impresos de los siglos XVI y XVII y el tercero a la edición crítica. Por otra parte, en la edición de Leonardo Funes y José Manuel Lucía de los Fundamentos de crítica textual de Orduna se analizan particularmente la crítica textual y el texto histórico, así como la llamada collatio externa, la cual, en opinión de José Manuel Lucía, constituye “una de las escasas aportaciones que desde el mundo hispánico se ha hecho a la crítica textual”[21] (volveremos a hablar de ella enseguida). La edición de textos (Madrid, Síntesis, 1997; 2ª ed. ampliada y revisada: 2011) de Miguel Ángel Pérez Priego se abre con un breve pero útil perfil histórico de la disciplina, en el que se delinean claramente los principales métodos ecdóticos en su contexto cultural. Siguen siete capítulos que podrían dividirse en dos partes: en los primeros dos se define la terminología relativa a la transmisión y tradición del texto, mientras que los otros seis tratan de la edición. Tras una taxonomía de los tipos de edición, pasa a analizar las diferentes operaciones ecdóticas, a saber la recensio, la constitutio textus, la dispositio textos y el aparato crítico. Cierran el manual un breve glosario de términos básicos y una bibliografía bastante representativa de la producción tanto práctica como teórica de la Crítica textual del siglo XX. No cabe aquí plantear una comparación completa de los diferentes manuales, pero sí procede apuntar unas rápidas reflexiones sobre algunos de los conceptos más generales de la disciplina. Para ello, nos serviremos sobre todo de los textos de Orduna y Bernabé, que son los que aportan más información a propósito. Es evidente en Orduna una concepción de la Crítica textual de matriz italiana (y podríamos decir más concretamente continiana), puesto que así la define el filólogo argentino: “la crítica textual entendida como ‘metodología de la edición crítica de un texto’ es la operación esencial del quehacer filológico: fundamento y corona a la vez, de la filología”[22]. Por su parte, Bernabé define la Crítica textual como el “conjunto de operaciones ejercidas sobre un texto o varios textos alterados por diversas vicisitudes sufridas desde el momento en que fueron escritos hasta aquel en que llegan a nosotros, y encaminadas a tratar de restituir lo que se considera que era su forma originaria”[23]: se hace hincapié, pues, en la centralidad de la tradición del texto, una impostación analítica que tiene su origen, tal y como hemos comentado más arriba, en la obra de Pasquali. Recuperando la definición de Quentin de Ecdotique, Orduna afirma que el término Ecdótica es sinónimo de Crítica textual en su acepción más amplia, distanciándose así de la restricción semántica impresa por el filólogo francés al término. Bernabé no comparte esta visión y afirma que puede hacerse crítica “(por ejemplo, a pasajes concretos, en un artículo de revista) no conducente a la edición de textos, mientras que la ecdótica engloba operaciones secundarias respecto de las propiamente críticas, como la preocupación por convenciones tipográficas, la corrección de pruebas, etc. Algunos autores han acuñado para este último conjunto de cuestiones el termino ‘textología’ que, en mi opinión, puede resultar equívoco”[24]. Más allá del escrúpulo nominalista, Bernabé centra inteligentemente la cuestión terminológica. Sostiene que la Crítica textual es un arte, entendiendo este término en su sentido etimológico de “técnica”: “la crítica textual se elabora naturalmente sobre bases científicas, pero no es una ciencia exacta, por más que muchos autores hayan pretendido convertirla en tal, sino un arte, cuyas directrices no se extraen tanto de postulados teóricos –aunque claro es que pueden hacerse-, como de una experiencia, acumulada durante siglos, sobre casos específicos”[25]. La Crítica textual, pueda manifestarse, viene a ser una disciplina auxiliar, necesaria para que la Crítica, entendida ahora en su tradicional sentido hermenéutico. Resulta además interesante, la dicotomía planteada por los dos autores en relación con el método ecdótico de la moderna Crítica textual. Bernabé habla de “metódicos”, “que pretenden aplicar un método científico, seguro, riguroso, basado en criterios externos, para reducir al mínimo el subjetivismo del editor”, y de “eclécticos”, “que pretenden introducir en la crítica otros factores que los puramente mecánicos”[26]. Orduna, por su parte, distingue dos diferentes posturas frente al texto: la “heraclítea”, según la cual “el texto no es algo fijo, sino que fluye en el tiempo, en una multiplicidad de variaciones, ante las que sólo cabe una perspectiva diacrónica, que sume las realizaciones del texto a través del tiempo”[27]. La posición opuesta a la “heraclítea” podría llamarse “parmenídea”, lo cual quiere decir que “es la que propugnó la Filología desde sus comienzos como disciplina, y puede sintetizarse en lo escrito por Paus Maas en su Textkritik (1927): ‘Objetivo de la crítica textual es la restitución de un texto que se aproxime lo más posible al original (constitutio textus)’”[28]. Según Orduna, la edición crítica fluctúa entre la posición “heraclítea” y la “parmenídea”. Desde esta última, “el editor actuaría como mediador entre el texto así concebido y el destinatario colectivo; la edición crítica reduciría la especificidad de la obra a su adecuación a la idea del objeto textual contemporáneo”. En cambio, “la exigencia de un texto dejado al arbitrio del lector (postura heraclítea) implica un desconocimiento de la naturaleza misma de los estudios filológicos o el deseo tácito de su anulación como ciencia de los textos”[29]. Mencionemos por último la noción de collatio externa, considerada como una de las pocas aportaciones propias de la Filología española. La collatio externa es un recurso que concierne a lo formal y por eso es externo al texto y puede darse en los casos en que la tradición manuscrita de una obra se conserva en varios códices con diferencias marcadas en su constitución de las partes. El procedimiento es una forma de collatio que no se dirige a la letra sino a la organización de los aspectos externos del texto. Los resultados que se obtengan de esta forma particular de cotejo surgirán de la consideración de elementos distintos de la collatio corriente y estarán vinculados frecuentemente a la historia del texto, por lo tanto, tendrán el valor intrínseco de elementos de juicio dados objetivamente en una descripción de los mismos testimonios, que permiten inducir por otro camino un stemma codicum. Los resultados por sí no tienen el valor que la crítica asigna a los que se obtienen de la collatio de las lecciones, pero, complementando los resultados de ésta, pueden ser de consistencia difícilmente refutable[30].
IV. Estado actual de la Crítica textual en EspañaEn la actualidad parecen delinearse nuevas perspectivas de la Crítica textual. Pérez Priego[31] distingue tres grandes líneas. La primera es la Filología de autor, que sobre todo en Italia (Dante Isella[32]) ha tenido en los últimos años del siglo XX un notable desarrollo. En Francia se habla más bien de Critique génétique o Génétique des textes[33], metodología ecdótica que ha experimentado una considerable difusión en España ya entrado el siglo XXI. Según esta visión de la Crítica textual, el “dossier genético” estaría constituido por el conjunto de material procedente los documentos y manuscritos que se refieren a la génesis del texto objeto de estudio. Es una Ecdótica que se aplica sobre todo a autores contemporáneos, puesto que se dispone de mayor documentación e información biobibliográfica. La tercera línea de investigación es la inherente a la informática humanística. Resultados destacables son la creación del Archivo Digital de Manuscritos y Textos Españoles (ADMYTE, 1992), Catálogo colectivo del patrimonio bibliográfico español y la digitalización de todos los catálogos de la Biblioteca Nacional (BNE) y Universitarias (REBIUN), un proyecto inspirado en el pionero Catalogo Unico della Biblioteche Italiane (ICCU). La Crítica textual, como se ha recordado anteriormente, se ha beneficiado de los nuevos instrumentos informáticos para el procesamiento de imagen y texto. Se han creado varios portales y proyectos de digitalización a nivel internacional como el Project Gutenberg, Gallica para el ámbito francés o, para el caso español, la Biblioteca Digital Hispánica. Cabe mencionar también el Medieval Spanish Seminary de la Universidad de Wisconsin (Lloyd Kasten y John Nitti). Eduard Urbina trabaja desde 1998 a la Edición variorum del Quijote (EVE-DQ), edición experimental en formato “hipertextual” (también se habla de hiperedición”). Entre los filólogos españoles, José Manuel Lucía Megías[34] es quien ha dedicado más ensayos y ejercicios prácticos a la edición crítica hipertextual. Desde 2013, año de celebración del Día de las Humanidades Digitales, se sucedieron proyectos como el GrinUgr de la Universidad de Granada, el Laboratorio de Innovación en Humanidades Digitales de la UNED, fundado en 2014, el proyecto ARACNE (Red de Humanidades Digitales y Letras Hispánicas) o la asociación Humanidades Digitales Hispánicas. Por otra parte, Orduna recuerda que “desde sus comienzos, la edición crítica de autores de lengua española estuvo librada más a la laboriosidad y buen juicio de los editores que a una metodología reflexiva y consecuente”[35]. Los avances de la filología en la edición de las Sagradas Escrituras y de los autores griegos y latinos desde la época de Lachmann hasta Paul Maas y Dom Quentin[36], así como el relevante aporte de Giorgio Pasquali y Michele Barbi, que incidió en el campo de la filología románica, no tuvieron aplicación en la metodología de las ediciones de textos en español hasta avanzado el siglo XX. A partir de los años 60 comienzan los primeros ensayos de ecdótica neolachmanniana. La influencia italiana es evidente, puesto que la primera edición se debe a Giorgio Chiarini (Libro de buen amor, Ricciardi, 1964). Cabe asimismo destacar la edición de La Vida del Buscón (Lázaro Carreter, 1965) y la de La cuna y la sepultura (López Grigera, 1969). Un estado de la cuestión de la Crítica textual en España hasta la década de los 70 puede leerse en Ecdotica e testi ispanici. Atti del Covegno Nazionale della AISPI (Verona, 18-20 giugno 1981), 1982. A partir de la década de los 70 se difunde en el ámbito hispano el estudio de la tradición textual. El primer ensayo relevante lo encontramos en La transmisión textual de “El conde Lucanor” de Alberto Blecua (1980), en el que se estudian los problemas metodológicos planteados por el análisis de las variantes de un texto medieval español conservado en más de dos manuscritos. Por otra parte, Gaspar Morocho Gayo publica unos artículos sobre la Historia de la disciplina, utilizando sobre todo bibliografía italiana[37]. A través del Hispanic Seminary of Medieval Studies, los hispanistas estadounidenses llevaron a cabo una serie de ediciones que tuvieron su origen en el proyecto del DOSL (Dictionary of Old Spanish Language). Sin embargo, los objetivos léxicos y lingüísticos propuestos determinaron que se seleccionara sólo un texto como el más apto, “de modo que las publicaciones que posteriormente han aparecido sólo pueden seguir la metodología del texto-base con las correcciones pertinentes, por lo que resultan seguidores de Bédier sin proponérselo”[38]. La iniciativa del Hispanic Seminary facilitó la edición del Manual de transcripción de manuscritos (1977) que se preparó para instrucción de los colaboradores en la transcripción y que representa la primera aproximación codicológica a los manuscritos literarios en español. El seminario también realizó una bibliografía de antiguos textos en español iniciada en 1975. En la segunda mitad del siglo XX se publican ediciones críticas al cuidado de filólogos como Rafael Lapesa, José Manuel Blecua, Emilio Alarcos, Fernando Lázaro Carreter, Martín de Riquer, Manuel Alvar, Diego Catalán, y Francisco Rico. No debemos olvidar las aportaciones a la Filología española de hispanistas extranjeros como John D. Fitz-Gerald, Jean Ducamin, Hermann Knust, E. Boehmer, Carroll Marden, Raymond S. Willis, Salvatore Battaglia, Alfredo Cavaliere, Mario di Pinto, Giorgio Alberto Vàrvaro (autor de un Manuale di filologia spagnola medievale, 1965-1971), y Giuseppe Mazzocchi, entre otros[39]. Con la publicación del manual de Blecua (1983) se despierta un mayor interés hacia la Crítica textual en España. La impostación es evidentemente neolachmanniana, y constituye la más relevante influencia de la Filología italiana continiana. La Ecdótica entra así también en los planes de estudio académicos. En varias universidades se crean grupos de investigación que fomentan la realización de ediciones críticas o estudios filológicos lingüístico-literarios. En Alcalá de Henares, en torno a Carlos Alvar encontramos filólogos como: Pedro Sánchez-Prieto Borja, José Manuel Lucía Megías y Joaquín Rubio Tovar, los cuales cuentan con discípulos más jóvenes como María Jesús Torrens. En la Universidad de Salamanca se ha constituido un centro editor cohesionado por Pedro Manuel Cátedra y especializado en textos del siglo XV y del XVI. En Barcelona, Vicente Beltrán Pepió y sus colaboradores trabajan en investigaciones codicológicas, inventarios de repositorios y en el estudio de los cancioneros y de los problemas de su compilación y transmisión. En Zaragoza, Juan Manuel Cacho Blecua, María del Carmen Marín Pina, Alberto Montaner, y Alberto Ríos Noguera se centran en la edición de libros de caballerías, y trabajos de erudición sobre el scriptorium de Fernández de Heredia y la heráldica, mientras que en Santiago de Compostela se realizan ediciones críticas en el campo de la poesía gallego-portuguesa[40]. En el ámbito hispanoamericano, volvemos a mencionar el Seminario de Edición y Crítica Textual (SECRIT) fundado por Germán Orduna en 1978. El Seminario publica anualmente la revista Incipit, única revista dedicada a la Crítica textual en el mundo hispánico de impronta neolachmanniana, así como los “Anejos de Incipit”. Para consultar las ediciones y las monografías publicadas por el SECRIT, visítese su página Web[41]. En México, en el marco del Instituto de Investigaciones Filológicas de la UNAM[42], también se fomenta investigación en Crítica textual. Por otra parte, la Crítica especializada ha insistido en la denuncia de una escasez de ediciones críticas y una correlativa abundancia de ediciones hechas por historiadores de textos literarios hispanoamericanos, con la consiguiente proliferación y divulgación de testimonios gravemente adulterados[43], una opinión también confirmada por Ignacio Arellano en Edición y anotación de textos coloniales hispanoamericanos[44]. Últimamente desde España, se está impulsando el trabajo de ediciones filológicas de obras hispanoamericanas coloniales a través de la reciente constitución del Centro de Estudios Indianos[45] del Griso de la Universidad de Navarra. Más allá de los planteamientos, a menudo poco relevantes en el ámbito metodológico, de la New Philology (véase supra), en Italia, gracias a los estudios de Lino Leonardi, se está registrando una vuelta al paradigma de Pasquali sobre el estudio de la tradición textual, según lo que ha trascendido del seminario organizado recientemente por la Fundación Franceschini titulado, Per una filologia della ricezione. Sincronia del manoscritto e diacronia della tradizione nel Medioevo romanzo, en el que participaron numerosos filólogos internacionales. La misma fundación ha organizado en 2016 el seminario Le parole e le cose in filologia. Tradizioni ecdotiche e romanze a confronto sobre problemáticas terminológicas de la Ecdótica, cuyos resultados se han publicado en el último número de la revista Medioevo Romanzo. Remitimos a esta publicación para conocer un exhaustivo estado de la cuestión de la Crítica textual en Europa (sobre todo España, Italia y Francia). En cuanto a los proyectos editoriales más recientes, cabe mencionar la colección de autores clásicos publicada por el Centro para la Edición de los Clásicos Españoles (CECE) [46], dirigido por Francisco Rico, cuya finalidad es la publicación de ediciones de máxima calidad y rigor filológico. La CECE patrocina la Revista Ecdótica, publicada por la editorial italiana Carocci: se trata de una revista científica internacional y plurilingüe, dirigida por Gian Mario Anselmi, Emilio Pasquini y Francisco Rico. Rico es también director de la BCRAE, Biblioteca Clásica de la Real Academia Española[47]. En definitiva, y sobre todo a partir de los años 80 del pasado siglo, la Filología española cuenta ya con los materiales básicos susceptibles de propiciar un desarrollo de la investigación ecdótica acorde con las tradiciones europeas más avanzadas. No obstante, y aun considerando que en los últimos años han surgido proyectos editoriales de relieve, falta, quizás, un mayor compromiso por parte de la Universidad o del Estado tendente al fomento de la publicación de ediciones críticas rigurosas, siguiendo el ejemplo de otros países como Alemania o Italia (piénsese en la Edizione nazionale). Sea como fuere, resulta hoy incuestionable un aumento cuantitativo de los estudios ecdóticos, así como una proliferación de iniciativas académicas relacionadas con la Crítica textual.
BIBLIOGRAFÍAHistoria de la FilologíaBalsamo, L., La Bibliografia. Storia di una tradizione, Florencia, Sansoni, 2000. Böckh, A., Enzyklopädie und Methodologie der philologischen Wissenschaften, 2a ed., 1886. Cerquiglini, B., Éloge de la variante: Histoire critique de la philologie, París, Seul, 1989. Funaioli, G., Lineamenti d’una storia della filologia attraverso i secoli, Bolonia, Zanichelli, 2007. Lanza, D. y Ugolini, G., Storia della Filologia Classica, Roma, Carocci, 2016. Momigliano, A. Contributo alla storia degli studi classici, Roma, Edizioni di Storia e Letteratura, 1955 (Sesto Contributo…, 1980). Pfeiffer, R., Historia de la filología clásica, Madrid, Gredos, 1981, 2 vols. Reyes, A. (1941-1942), La crítica en la Edad Ateniense. La Antigua Retórica, México, FCE, 1961 (O.C., XIII). Sandys, J.E., History of Classical Scholarship, Cambridge, University Press, 1906. Timpanaro, S., Contributi di filologia e di storia della lingua latina, Roma, Ed. dell’Ateneo & Bizzarri, 1978. Wilamowitz, U. von (ed.), Geschischte der Philologie, De Gruyter, 1998. Historia de la Crítica textual en España Alvar, M., “Sobre ediciones críticas de literatura española contemporánea”, en Nuevos estudios y ensayos de literatura contemporánea, Madrid, CSIC, 1991, pp. 323-327. Morocho Gayo, G. “Panorama de la crítica textual contemporánea”, Anales de la Universidad de Murcia, 39, 1981, pp. 3-25: Pons Rodríguez, L. (ed.), Historia de la Lengua y Crítica Textual, Madrid / Frankfurt am Main, Iberoamericana / Vervuert, 2006. Portoles, J., Medio siglo de Filología Española (1896-1952). Positivismo e idealismo, Madrid, Cátedra, 1986. Rico, F. (ed.), Imprenta y crítica textual en el Siglo de Oro, Valladolid, Universidad de Valladolid, 2000. Zuleta, E. de, Historia de la crítica española contemporánea, Madrid, Gredos, 1974. Manuales y monografías en españolAmérico, C., “La crítica filológica de los textos”, en Lengua, enseñanza y literatura (Esbozos), Madrid, Victoriano Suárez, 1924, pp. 171-197. Bernabé, A., Manual de crítica textual y edición de textos griegos, Madrid, Ediciones Clásicas, 1992. Blecua, A. Manual de crítica textual, Madrid, Castalia, 1983. Blecua, A., Estudios de crítica textual, Madrid, Gredos, 2012. Bowers, F., Principios de descripción bibliográfica, Madrid, Arco / Libros, 2001. Castillo Martínez, C. y Ramírez Luengo, J.L., Lecturas y textos en el siglo XXI. Nuevos caminos en la edición textual, Lugo, Axac, 2009. Cavallo, G., (1975), Libros, editores y público en el mundo antiguo, Madrid, Alianza, 1995. Crítica textual y anotación filológica en obras del Siglo de Oro, ed. de I. Arellano y J. Cañedo, Madrid, Castalia, 1991. Filología e informática, ed. de J. Manuel Blecua, Barcelona, UAB, 1999. Imprenta manual y edición de textos áureos. Edad de Oro, vol. XXVIII, 2009, dir. F. Sevilla Arroyo. La edición de textos, Actas del I Congreso Internacional de Hispanistas del Siglo de Oro, Londres, Tamesis Books, 1990. Lucía Megías, J.M., Elogio del texto digital. Claves para interpretar el cambio de paradigma, Madrid, Fórcola, 2012. Menéndez Pidal, R., Reliquias de la poesía épica española, Madrid, Espasa-Calpe, 1951. modernos”, en Víctor Infantes y Julián Martín Abad (eds.), De Re Typographica. Nueve estudios en homenaje a Jaime Moll, Madrid: Calambur, 2012, pp. 179-192. Orduña, G., Ecdótica: problemática de la edición de textos, Kassel, Reichenberger, 2000. Orduña, G., Fundamentos de crítica textual, Madrid, Arco/Libros, 2005. Pastor Platero, E. (ed.), Genética textual, Madrid, Arco/Libros, 2008. Pérez Priego, M. Á., La edición de textos, Madrid, Editorial Síntesis, 1997 (2ª ed. ampliada: 2011). Pérez Priego, M.Á., Introducción general a la edición del texto literario, Madrid, UNED, 2001. Pons Rodríguez, L. (ed.), Historia de la lengua y Crítica textual, Madrid, Iberoamericana, 2006. Rico, F., En torno al error. Copistas, tipógrafos, filologías, Madrid, CECE, 2004. Rodríguez-Moñino, A., Diccionario bibliográfico de pliegos sueltos poéticos, Madrid, Castalia, 1970. Rodríguez-Moñino, A., Manual bibliográfico de cancioneros y romanceros, Madrid, Castalia, 1973-1978, 4 vols. Romero Tobar, L., “La bibliografía material y la edición de textos literarios Ruiz, E., Manual de codicología, Madrid, Fundación Germán Sánchez Ruipérez, 1988. Sánchez Mariana, M., Introducción al libro manuscrito, Madrid, Arco/Libros, 1995. Simón Díaz, J., El libro español antiguo. Análisis de su estructura, Kassel, Edition Reichenberger, 1983. Manuales y monografías (otros idiomas)Avalle, D.S., Principi di critica testuale, Padua, Antenore, 1972. Balduino, A., Manuale di filologia italiana, Florencia, Sansoni, 1979. Barbi, M. (1938), La nuova filologia e l’edizione dei nostri scrittori da Dante a Manzoni, Florencia, Sansoni, 1973. Bédier, J., “La tradition manuscrite du Lai de l’ombre. Réflexions sur l’art d’éditer les anciencs textes”, Romania, 54 (1928), pp. 161-96 y 321-56. Biasi, P.M., La génétique des textes, París, NATHAN, 2000. Bibliografia testuale o filologia dei testi a stampa? Definizioni metodologiche e prospettive future, Udine, Forum, 1999. Brambilla Ageno, F., L’edizione critica dei testi volgari, Padua, Antenore, 1984. Branca, V. y Starobinski, J. (eds.), La filologia e la critica letteraria, Milán, Rizzoli, 1977. Canfora, L., El copista como autor, Salamanca, Editorial Delirio, 2014. Contini, G., Breviario di ecdotica, Milán-Nápoles, Ricciardi, 1986. Contini, G., Filologia, ed. de L. Leonardi, Bolonia, Il mulino, 2014. Contini, G., Varianti e altra lingüística, Turín, Einaudi, 1970. Chiesa, P., Elementi di critica testuale, Bolonia, Patron, 2002. Duval, F., Les mots de l’édition de textes, École nationale des chartes, 2015. Ecdotica e testi ispanici. Atti del Covegno Nazionale della AISPI (Verona, 18-20 giugno 1981), Università degli studi di Padova, 1982. Ecdotica, lessicografia e teorie letterarie dei testi scientifici e tecnici, ed. de P. Radici Colace, Messina, EDAS, 2013. Essais de critique génétique, París, Flammarion, 1979. Fränkel, H. (1964), Testo critico e critica del testo, Florencia, Le Monnier, 1983. Froger, D.J., La critique des textes et son automatisation, París, Dunod, 1968. Gorni, G., Filologia materiale, filologia congetturale, filologia senza aggettivi, The Johns Hopkins University press, 2004. Hay, L., La naissance du texte, París, Libraire José Corti, 1989. I nuovi orizzonti della filologia. Ecdotica, critica testuale, editoria scientifica e mezzi informatici elettronici, Roma, Accademia Nazionale dei Lincei, 1999. Inglese, G., Come si legge un’edizione critica. Elementi di filologia italiana, Roma, Carocci, 1999. Isella, D., Le carte mescolate. Esperienze di filologia d’autore, Padua, Liviana, 1987. La filologia musicale: istituzioni, storia, strumenti critici, a cura di M. Caraci Vela, Lucca, Libreria Musicale Italiana, 2005-2013, 3 vols. Lufer, R., Introduction à la textologie, París, Larousse, 1972. Maas, P. (1927), Critica del testo, Florencia, Le Monnier, 1984. McKerrow, R. B., Introducción a la Bibliografía material, Madrid, Arco/Libros, Mordenti, R., Informatica e critica dei testi, Roma, Bulzoni, 2001. Pasquale, G. (1934), Sotria della tradizione e critica del testo, Florencia, Le Monnier, 1952. Petrucci, A. (1984), La descrizione del manoscritto. Storia, problema, modelli, Roma, Carocci, 2001. Quentin, D.H., Essais de critique textuelle (Ecdotique), París, Picard, 1926. Reynolds, L.D. y Wilson, N.R. (1968), Copisti e filologi. La tradizione dei classici dall’antichità ai tempi moderni, Padua, Antenore, 1987. Roncaglia, Principi e applicazioni di critica testuale, Roma, Bulzoni, 1975. Segre, C., Semiotica filológica: Testo e modelli culturali, Turín, Einaudi, 1979. Stoppelli, P., Filologia dei testi a stampa, Bolonia, Il Mulino, 1987. Stussi, A. (ed.), Fondamenti di critica testuale, Bolonia, Il Mulino, 1998. Timpanaro, S., La genesi del metodo Lachmann, Florencia, Le Monnier, 1963. Vàrvaro, A., Prima lezione di filologia, Roma-Bari, Laterza, 2012.
NOTAS [1] A. Varvaro, Prima lezione di filologia, Roma-Bari, Laterza, 2012. [2] R. Pfeiffer, Historia de la filología clásica, Madrid, Gredos, 1981, vol. I, p. 413. [3] G. Righi, Historia de la filología clásica, Barcelona, Labor, 1969, p. 72. [4] Cf. Diego Lanza, Gherardo Ugolini, Storia della Filologia Classica, Roma, Carocci, 2016. [5] S. Timpanaro, La genesi del metodo Lachmann, Florencia, Le Monnier, 1963. [6] Cf. F. Bausi, “Fasti e incerti orizzonti. La parte della filologia nella cultura e nell’università italiana dal secondo dopoguerra a oggi”, Esperienze letterarie, vol. XXXVII, n. 4 (2012), pp. 28-31. [7] Ibid. [8] M. Lazzari, Informatica umanistica, McGraw-Hill, 2014; F. J. Varela, “La informática humanística y la transmisión del texto digital”, en P. Aullón de Haro (ed.), Teoría del humanismo, vol. II, Madrid, Verbum, 2010. [9] L. Perilli, “Filologia classica in prospettiva: machina, ratio et res ipsa”, en Id., I nuovi orizzonti della Filologia. Ecdotica, Critica testuale, editoria scientifica e mezzi informatici elettronici, Roma, Accademia Nazionale dei Lincei, 1999, p. 135. [10] Cf. la respuesta de la Filología institucional a estas nuevas tendencias de G. Orlandi, “Perché non possiamo non dirci lachmanniani” (1995), in Id., Scritti di filologia mediolatina, ed. de P. Chiesa, Florencia, SISMEL-Edizioni del Galluzzo, 2008, pp. 95-130. [11] P. Cherchi, “Filologie del Duemila” (2001), en Id., Le nozze di Filologia e Fortuna, Roma, Bagatto, 2006, p. 42. [12] Cfr. J.M. Lucía Megías, “Manuales de crítica textual: las líneas maestras de la ecdótica española”, Revista de poética medieval, 2 (1998), pp. 115-153. [13] A. Castro, “La crítica filológica de los textos”, en Lengua, enseñanza y literatura, Madrid, Victoriano Suárez Editor, 1924, pp. 172-173. [14] B. Periñán, “La critica spagnola nell’ultimo decennio”, Il confronto letterario, 12 (1995), p. 779. [15] Cfr. a propósito J. Alsina, “Notas sobre la Filología clásica en España”, en G. Righi, Ob. cit., 1969. [16] Cf. M. Á. Pérez Priego, La edición de textos, Madrid, Síntes, 2011 (2ª ed.), pp. XXX [17] A. Marco García, “Propósitos filológicos de la colección Clásicos Castellanos de la editorial La Lectura”, AIH. Actas, X (1989), pp. 81-95. [18] Otros manuales o artículos introductorios en español son: E. Ruíz, “Crítica textual. Edición de textos”, en J.M. Diez Bosque (ed.), Métodos de estudio de la obra literaria, Madrid, Taurus, 1985, pp. 67-143; J.M. Fradejas Rueda, Introducción a la edición de textos medievales castellanos, Madrid, UNED, 1992. [19] G. Orduna, Ecdótica. Problemática de la edición de textos, Kassel, Edition Reichenberger, 2000, p. 73. [20] J. M. Lucía Megías, “Manuales de crítica textual: las líneas maestras de la ecdótica española”, Revista de poética medieval, 2, (1998) pp. 115-153. [21] J. M. Lucía Megías, “Manuales de crítica textual: las líneas maestras de la ecdótica española”, art. cit., p. 130. [22] G. Orduna, Ecdótica, ob. cit., p. 3. [23] A. Bernabé, Ob. cit., p. 2. [24] Ibid., p. 103. [25] Ibid., p. 1. [26] Ibid., p. 84. [27] G. Orduna, Ecdótica, ob. cit., p. 4. [28] Ibid., p. 5. [29] Ibid. [30] Cf. Ibid., pp. 185 y ss. [31] M. Á. Pérez Priego, La edición de textos, ob. cit., pp. 40-45. [32] D. Isella, Le carte mescolate. Esperienze di filologia d’autore, Padua, Liviana, 1987; Le carte mescolate vecchie e nuove, Turín, Einaudi, 2009. [33] P.M. de Biasi, La génétique des textes, París, NATHAN, 2000. J. Bellemin-Noël, Genética textual, Madrid, Arco/Libros, 2008. B. Vauthier, Crítica genética y edición de manuscritos hispánicos contemporáneos. Aportaciones a una “poética de transición entre estados”, Ediciones Universidad de Salamanca, 2012. Cf. también J.M. Pozuelo Yvancos, “La crítica genética”, Insula, 792 (2012), pp. 13-15. [34] Además del ya citado Elogio del texto digital, cf. “Editar en Internet”, Incipit, 18 (1998), pp. 1-40; “Informática textual: nuevos retos para la edición y difusión de los textos”, en R. Santiago, A. Valenciano y S. Iglesias (eds.), Tradiciones discursivas. Edición de textos orales y escritos, Madrid, Editorial Complutense, 2006. Cf. en particular J. M. Lucía Megías, Elogio del texto digital. Claves para interpretar el cambio de paradigma, Madrid, Fórcola, 2012. [35] G. Orduna, Fundamentos de Crítica textual, ob. cit., p. 71. [36] En España contamos con tan sólo un ejemplo de aplicación del método taxonómico de Quentin: se trata de la edición de la Primera Parta de la General Estoria realizada por Antonio G. Solalinde (1930). [37] “La transmisión de textos y la crítica textual en la antigüedad (I)”, “La crítica textual en Bizancio (II)”, “Panorámica de la crítica textual contemporánea (IV)”, Anales de la Universidad de Murcia. Filosofía y Letras, 1979-81. [38] G. Orduna, Ob. cit., p. 73. [39] A. Ruffinatto, L’apporto italiano alla tradizione degli studi ispanici. Atti del congresso AISPI, Instituto Cervantes, 1993, pp. 9-21. [40] Cf. Ibid., pp. 73 y ss. [41] http://www.iibicrit-conicet.gov.ar/wordpress/ [42] http://www.iifilologicas.unam.mx/index.php?page=historia-4 [43] Cf. R. Kordic Riquelme, “La crítica textual hispanoamericana: algunas especificaciones metodológicas”, Onomázein, 13 (2006/1), pp. 191-202. [44] Iberoamericana / Vervuert, Madrid, Frankfurt, Universidad de Navarra, 1999, págs. 45-71 [45] https://www.unav.edu/centro/griso/cei-pei [46] Página Web: http://cece.uab.es/index.html |